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PRÓLOGO

En una parte muy lejana del multiverso, la angustia gobernaba a los Dioses y Diosas de todas las galaxias por una misma causa; Cada vez más almas eran condenadas a pasar la eternidad en el limbo, un sitio oscuro en donde eres atormentado continuamente por tus arrepentimientos. Esto causaba una sobrepoblación.


Lo que todos sabían era que alguien tenía que hacer algo, pues si el limbo terminaba sobrepoblado, el equilibrio se rompería y el caos governaría, pero nadie tenía idea de qué se podría hacer. Muerte, la Governadora del Más Allá se encargaba del reparto de almas y su cuidado, pero por culpa de esta situación, su trabajo era más complicado y le avergonzaba tener que admitir que no era capaz que controlarlo todo.


Ante esta situación, los Dioses y Diosas convocaron a una gran reunión para encontrar una solución al problema. Después de horas y horas de debate, una de las Diosas surgió con una idea innovadora: Purificar las almas pecadoras del limbo, enfrentarlas a sus pecados y debilidades través de misiones y así ser redimidas y encontrar la paz que tanto anhelaban.


Nadie la tomó enserio puesto a que nadie creía que fuera capaz la posibilidad de que una alma pecadora fuese redimida una vez ya cometido el pecado, pero a pesar de los rechazos, la Diosa esperanzada nunca se rindió. Ella continuó con su proyecto, ella solo quería ayudar a su amiga a que por fin tuviera el descanso que tanto se merecía.


Pero encontró a alguien que quiso ayudarla, alguien completamente capacitada para este trabajo y que la complementaba a la vez. Las dos crearon el Collar de la Segunda Oportunidad, un accesorio mágico que les ayudaría en su misión. Era hora de elejir a la primera alma y empezar a despoblar el limbo.





(...)


-Son cinco euros con sesenta, niño.


La ténue luz de la bombilla rota del estanco me dificultaba verle con claridad la cara de la señora que me estaba atendiendo, pero podía observar con claridad las arrugas y ojeras que trataba de esconder con el maquillaje. Saqué un billete de diez y lo puse sobre la mesa para después cojer el paquete de cigarros. La señora me devolvió un billete de cinco y quarenta céntimos en silencio, pero podía escuchar su respiración lenta.


-¿Tú cuántos años tienes?


-Dieciséis.


-¿Sabes que no puedes fumar con tu edad, verdad?


Me lo dijo como si de verdad le importase mi bienestar, lo cual era completamente falso ya que sin haberme preguntado por la edad antes me había vendido el tabaco sin más.


-Esto es para mi padre.


-¿Tu padre te manda al estanco a comprarle tabaco?


-¿Algún problema?


La mujer puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza, yo repetí la acción delante de ella para después salir de la tienda. La ráfaga de viento y el frío de la noche chocó con mi cuerpo inmediatamente, poniendo mis manos en los bolsillos de mis pantalones para que no se me helaran. No me gustaba el frío, me hacía temblar y se me lesionaban los nudillos de las manos, pero a la vez era algo con lo que vivía a diario, así que tenía que aprender a vivir con ello.


El viento me iba despeinando el flequillo y yo me lo iba arreglando mientras que volvía caminando hacia mi casa. Habían empezado las vacaciones de verano, pero hacía un frío de la ostia. Seguramente por el cambio climático. La graduación fué hace un par de semanas y ahora tenía que centrarme en ayudar a mi padre en el bar para así ganarme el poder entrar en el Bachiller científico, que es lo que mi padre encuentra perfecto para mi. Saqué mi móvil de mi bolsillo y entré en instagram, entré en su cuenta, seguía bloqueado por él.


-Niñato desagradecido...


Desde que me llamó ese día para decirme que se iba a ir de la ciudad no dejo de pensar en él, me dejó en esta ciudad de mierda, huyendo de su error y dejándome a mí a cargo de toda esta situación.


"Lo siento, David, pero yo no puedo seguir aquí. Desde ese día que no paro de tener pesadillas donde aparece ella, debo alejarme de esta ciudad y de toda la mierda. Me vuelvo a Madrid con mis padres esta misma tarde."


Fué lo último que me dijo por llamada a los dos días de la graduación, no tuvo los cojones de decirmelo a la cara ni de ir ahí con todos los del instituto, prefirió irse como un marica. Él era así, siempre actuaba como la víctima.


Empezó a llover, al principio solo unas gotas pero luego empezaron a caer con más frecuencia. Acceleré el paso y me fuí por un atajo por el cual llegaría más pronto a mi casa. Ya era casi la una de la madrugada y esa es justo la hora en la que mi padre abre su bar. Me pregunté con qué mujer me encontraría hoy al entrar por la puerta, quizás a María, o puede que con Julia, aunque a lo mejor ha vuelto con Nerea...


Mientras miraba la hora en mi teléfono, escuché un fuerte ruido acercándose a mi a gran velocidad. Por la oscuridad y la lluvia al principio no vi nada, pero entonces vi una luz que me cegó la vista por pocos segundos.



Todo se puso oscuro de repente y sentí un fuerte impacto golpear mi cuerpo con fuerza. Lo último que recuerdo fué mi cabeza chocando contra el hormigón mojado de la carretera.


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