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CAPÍTULO 3 - La civilización de Unn

Han pasado cinco días desde que llegué a las Tierras de Unn, y cinco días desde que entré en este bosque y sigo sin encontrar una salida. Me he enterado de bastantes cosas, aquí un resumen: Al parecer, ya que mi cuerpo es una copia del verdadero David, no me hace falta comer ni beber, pero puedo sentir cansancio y dolor, por lo que debo dormir. También en mi camino me he encontrado con más criaturas, desde grandes como pequeñas, pero todas tenían algo en común: ese líquido azul que les brotaba de los ojos como a las Bestias Luz. Tenía que significar algo, ¿sino por qué todas esas criaturas tan diferentes se comportaban de la misma forma? Era un enigma que no podía encontrarle respuesta aún, pero me ayudaba a no pensar en mi otro enigma, mi vida anterior.


Obviamente seguía enfadado con las Diosas por meterme en esta situación, cada vez que K me hablaba yo la ignoraba, y lo mismo con Esperanza. Esa era la peor. En estos cinco días no ha parado de hablarme de que debo esforzarme y que lo estoy haciendo bien, ¿pero qué voy a estar haciendo bien si no tengo otra cosa que hacer? Llevo cinco días caminando, cinco días durmiendo en las cuevas que voy encontrando, cinco días sin saber si la siguiente criatura que me vaya a encontrar será peor que la anterior. Volviendo a mi problema principal otra vez, he tardado de encontrar alguna forma de recuperar mis recuerdos, pero no he encontrado nada que me funcione. Sigo recordando ese sueño que tuve y no sé por qué, pero me dan escalofríos cada vez que pienso en ello, se siente tan familiar... ¿Quizás es uno de mis recuerdos? Pero es imposible, recuerdo levemente el rostro del chico que controlaba mi sueño desde sus ojos y sé con seguridad de que no era yo.


Seguía teniendo ese objeto extraño que cogí prestado de esos humanos con los que me topé, y he estado siguiendo el camino por donde vinieron ya que la hierba por la que pisaban estaba torcida y en las zonas más húmedas habían pisadas, así seguí hasta el amanecer del sexto día, cuando llegué a lo que parecía ser un gran terreno hundido en los pies de un gran cráter de acantilados. El sitio era gigante y sin árboles alrededor, pero lo que más resaltaba era la enorme cúpula de color amarillo transparente en el centro. Era enorme, no sabría decir cuando mide de altura y de grosor, solo sé que ese debe ser el sitio de donde vinieron esos humanos. Me asomé al acantilado y vi que estaba muy arriba, pero la superficie de esa bajada no era muy empinada, así que sin pensármelo dos veces, empecé a bajarla con cuidado pero con prisa mientras que Esperanza y K flotaban y me seguían por el descenso.


—Ten cuidado, David, ten paciencia, la Cúpula no se irá a ningún lado, pero si te caes te va a doler. Más vale prevenir que curar.


Oí lo que me dijo Esperanza, pero no la escuché. Traté de patinar por encima del terreno de esa pendiente pero me tropecé. Esperanza inmediatamente me cogió el brazo para que no cayera rodando por la pendiente mientras que K sacó su cetro y lo colocó lateralmente en mi espalda para evitar que patinara más.





—¡Martínez! ¡¿Que no puedes tener un poco de paciencia?!


—¡Me habéis agobiado estando tan cerca mía, por eso casi me caigo! –Respondí.


Después de la reprimenda de K, logré llegar al final de la pendiente, mis piernas temblaban un poco y pude sentir el frío viento del ambiente chocar con mi cara. El viento de las Tierras De Unn era un aire que parecía que te cortaba las mejillas pero sin llegar a hacerte sangrar y en cierta parte, era algo reconfortante. Noté de repente un calor en mi pierna y miré dentro de mi bolsillo; el objeto desconocido estaba brillando con una ténue luz blanca y a la vez desprendía calor.


—¿Por qué crees que ocurre? –Me preguntó Esperanza, inclinandose hacia mi. Yo me aparté.


—Lo hace porque he llegado al sitio de donde proviene –Respondí.–Mirad.


Señalé la Cúpula a lo lejos y las dos Diosas achinaron los ojos para ver lo que yo señalaba. A lo lejos, en la pared de la Cúpula más cercana de donde nos situábamos, había un cerrojo de color blanco intacto que brillaba con fuerza, como si estuviera llamando la atención para que nos acercáramos. Esperanza y K se miraron de nuevo y los tres caminamos hacía ahí. Ese terreno no tenía hierba ni árboles, toda la vegetación estaba concentrada en la parte de arriba, en este pequeño cráter no había ni una roca.


Llegamos delante del cerrojo, no era muy grande, pero la luz me cegaba la vista. En cambio, a las Diosas no les hacía ni parpadear. Saqué el objeto del bolsillo de mi pantalón y entonces entendí su verdadero propósito, era una llave, así que lo agarré con fuerza y abrí la cerradura.


(...)


Tres exploradores llegaron al amanecer de su sexto día de expedición al bosque de la Resina Luz, eran una mujer alta de piel cristalina amarillenta y rubia con mechas negras, un hombre no tan alto y peliblanco y otro hombre de la misma altura que la mujer y de cabello rubio con un degradado negro, todos en uniforme. Este último cargaba a sus espaldas dos bolsas que por cada paso que daba rebotaban y hacían ruido, así que con magia hizo que las bolsas empezasen a flotar para evitar hacer ruido.


Pero de poco iba a servir, pues se encontraron con gran parte de la zona destruida; algunos árboles estaban partidos por la mitad o con grietas, y los otros estaban en el suelo, rotos, con el líquido amarillo restante de su interior volcado por la fina hierba de ese terreno.





—Por el Yunicio de Yanna... ¿ qué ha pasado aquí?


Susurró la mujer mientras miraba alrededor, impactada. El hombre peliblanco se acercó a ella con la misma expresión, pero con una pizca más de pánico.


—¿Lo habrán hecho las Bestias Luz? –preguntó el peliblanco.


—Imposible, no tienen motivos para destruir su única fuente de alimento. Ni por una pelea de bestias serían capaces de algo así. Aquí ha estado alguien más–Soltó la mujer como respuesta a la pregunta de su compañero. Mientras tanto, el tercer hombre el cual estaba un poco más separado de ellos, se quedó paralizado.


—...Jefa...


—Dame un minuto, Hoax. Estoy pensando quién a podido estar aquí... Hace más de 30 años que nadie pisa estas tierras.


El peliblanco entró en pánico.


—¿¡Y si han regresado los Alves!?


—...Jefa, oiga...


—No han sido los Alves –Decretó la rubia, ignorando a Hoax.– hubieran dejado pistas como advertencia. Además no creo que sepan lo que esta Resina significa para nuestro pueblo.


—¡¡Chicos!!


—¡¿Qué, Hoax, qué es lo qué quieres?! No ves que estamos-


La mujer no pudo terminar la frase, se quedó helada cuando vio a lo que Hoax trataba de decir. Era una manada de Bestias Luz acercándose hacia ellos lentamente pero con determinación. La rubia se tragó su orgullo ya que se había olvidado completamente de ellos, decidió que si salían de esta, luego se disculparía con Hoax. Ahora debían huir.


—Hay que huir.


—¡Pero Bellamy, no podemos! –Se opuso el peliblanco, desesperado.


—Lo sé, Addison. Pero no tenemos otra opción... Ya sabes lo que pasó la última vez–Le dijo Bellamy al peliblanco con una voz de comprensión. Addison fijó su mirada en el brazo amputado de la mujer por unos segundos con impotencia para luego finalmente asentir.– ¡Retirada, vámonos todos!


Los tres empezaron a huir en dirección contraria por la que habían venido, ya que esa parte estaba bloqueada por las Bestias Luz. Tendrían que encontrar otra forma para volver a la Cúpula.


(...)


La cerradura desapareció y David retrocedió cuando la pared de la cúpula empezó a difuminarse para terminar en un hueco circular. El interior no se veía, había niebla. El adolescente sonrió y lanzó la llave hacía atrás, cayendo en la hierba.


—¿No te vas a quedar la llave? –Le preguntó Esperanza.


—Que va, ni de coña me quedo yo aquí fuera con los bichos estos, suficiente he tenido estos 6 días.


Entonces entraron los tres dentro de la Cúpula y la puerta se cerró para que la niebla desapareciese y mostrase el interior del inmenso terreno. Era la entrada a una ciudad fabricada completamente de cristal y metal que se expandía por la explanada, pero a la lejanía se veía que los edificios subían por una colina hecha de escaleras. Más allá no se podía ver nada ya que estaba fuera de su alcance de visión. Delante de ellos había una entrada con un cartel de metal con una inscripción en una gramática desconocida.


—¡Lo sabía! ¿Veis? ¿Veis?


—Muy bien David, estamos orgullosas de ti.–Sonrió la Diosa de la Esperanza.


—Dilo por ti... –murmuró K, Esperanza le agarró de la mano y entonces la peli-roja suspiró.– Es verdad, lo has hecho bien.


—¡Obvio que lo he hecho bien! Y encima sin ayuda vuestra porque lo de la colina no cuenta, eso ha sido un tonto despiste. Hasta yo puedo cometer errores de vez en cuando.


El egocentrismo del humano causó que K agarrase el cetro con más fuerza. Esperanza, la cual vio que la esfera negra del cetro de K se iluminaba levemente, extendió la mano para agarrar el brazo de David lenta pero suavemente para poder intentar usar su poder en él y así tranquilizarle, sin embargo, el humano dio un paso atrás mientras miraba su mano.


—Deja eso.


—Pido disculpas, veo que no te gusta mucho el contacto físico, ¿verdad?


—Definitivamente no el tuyo, eso seguro.–Dijo David mientras le regalaba una sonrisa falsa y luego puso los ojos en blanco.– Por cierto, ahora que ya he llegado a mi objetivo no os necesito más, así que ala, ya os podéis ir.


Las Diosas se miraron y K se echó a reír, su risa contagió a su compañera peliverde. David se cruzó de brazos cabreado sin entender de qué se estaban riendo.


—Disculpa... ¿dices que ya quieres que te dejemos solo? ¿Tan pronto? –Preguntó K, secándose una lágrima.


—Sí, ¿ que estás sorda quizás?–David dio unas palmaditas para que las dos Diosas se dieran prisa en irse.


—Tienes razón, seguro que te las arreglas tu solito.–K afirmó con una sonrisa de oreja a oreja, hizo desaparecer su cetro y Esperanza suspiró ya que no podían quedarse con él si él no lo deseaba, pues después de cinco días el humano ya tenía derecho a continuar la misión en solitario.


—Recuerda que si nos necesitas en algún otro momento solo has de llamarnos, ¿de acuerdo? –Esperanza sabía que David en algún momento a otro las iba a volver a necesitar aunque nunca lo quisiese admitir.


Luego de esta conversación las dos Diosas se desmaterializaron en el aire. ahora David estaba solo, otra vez. El adolescente se sintió de repente rodeado de un silencio agobiante, asíque para dejar de sentir esas emociones empezó a correr hacia la entrada de la ciudad. A pesar de que allí vivían humanos como él, todavía no sabía si eran agresivos o no, por lo que decidió ser cauteloso por una vez en su vida y caminar por los callejones más vacíos y silenciosos que estaban llenos de cajas de cristal y otras cosas inservibles. Las ventanas de las casas estaban cerradas y parecían muy antiguas, las puertas –o lo que parecían puertas- tenían forma redonda y encima de ellas habían inscripciones en un idioma extraño y de vez en cuando David podía ver estructuras metálicas que funcionaban como farolas las cuales iluminaban las calles a pesar de que ya tenían la luz solar. Además, todo estaba en una paleta de colores amarilla, pero después de casi una semana viviendo en un bosque amarillo, esto no estaba tan mal. Sin embargo, para su sorpresa, no importaba en qué calle se dirigiera, todas estaban vacías y en silencio.


Subió varias escaleras hasta que empezó a escuchar unos murmullos, así que se dirigió hacia el lugar de las voces. Cuando llegó a lo alto de las escaleras, pudo ver una pequeña plaza con casas alrededor. Sin embargo, en el centro de la plaza, habían cuatro personas; dos de ellas hablando en la esquina de una de las casas, las otras dos, estaban en el centro. Una de ellas era una chica rubia de cabello largo con un mechón negro y una coleta, ella estaba de rodillas junto a un recipiente vacío de cristal y la otra era una chica más pequeña con unas trenzas largas. David achinó los ojos para verlas y escucharlas mejor, pero hablaban en un lenguaje desconocido y al estar de espaldas, no pudo verles las caras.





No le dio tiempo a observarlas mucho ya que alguien detrás de él acababa de salir de su casa y cuando David se giró pudo observar como eran los humanos que vivían allí. No eran humanos, eran seres de cristal que tenían la piel amarilla y cristalina, tampoco tenían cuello. Era como si tuvieran una esfera para la cabeza que flotaba por encima de los hombros, parecían maniquís amarillos con ojos de caricatura de los años 80. Además, toda su ropa era amarilla, negra y blanca, al igual que la gente de la plaza. La persona de cristal gritó al ver al adolescente y corrió escaleras abajo, llamando las puertas de los demás y gritando sin parar una palabra desconocida para el pelinegro. David empezó a asustarse cuando vio a más gente de ese callejón abrir las puertas para verle, todos con cara de sorpresa, terror y algunos de pánico. David echó a correr escaleras abajo cuando algunos de ellos se le acercaron a gritos y entonces empezó a correr por los callejones de esa ciudad.


—¿Qué son esos gritos?–Preguntó la niña de las trenzas.


—Yo que sé, Hellen. ¿Me ves con cara de adivina?–Respondió la otra con frustración.—¿Qué haces ahí de pie como una embobada? ¡Venga, haz algo! Las fiestas son de aquí 5 días y la única que hace algo soy yo.


—¡Pero es que no me dejas!


—¡Porque lo haces mal, y entonces me riñen a mi!–Dijo la rubia tras levantarse y entregarle a Hellen el recipiente vacío. La niña lo agarró con las dos manos y luchó para que no se le resbalara.


—¿Te has enfadado, Stella?–Preguntó preocupada.–¿Lo estás? ¿Estás enfadada conmigo?


—¿Tú qué crees?–Suspiró y entonces le habló con algo más de cariño.–Ve a por más decoraciones, anda. Así trabajas un poco.


Hellen asintió y salió de la plaza, yendo escaleras abajo para llegar rápido a la tienda de los padres de Stella. Esta misma se quedó de brazos cruzados viendo como la menor se iba corriendo con el recipiente en brazos. De repente, escuchó a su madre gritándole desde la otra punta de la plaza.


—¡Stella! ¿Dónde se ha ido Hellen?


—...La he mandado a la tienda a por más decoraciones ya que se nos han acabado.


—¿Y por qué tiene que ir ella, si eres tú la que se ha gastado las decoraciones?–Se quejó su madre con una voz chillona.– ¡La cuestión es hacer el vago, como siempre!


Stella cerró el puño y se quedó quieta en medio de la plaza, frustrada. Ella no era una vaga, siempre se esforzaba mucho ¿pero qué más daba, si su madre siempre sacaba sus propias conclusiones? Le demostraría otra vez que se equivocaba, asique se fue corriendo detrás de Hellen.


(...)


Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, dos soldados se encontraban en medio de una multitud furiosa. Los soldados, que pasaban por la ciudad para comprobar que las farolas funcionaban correctamente, fueron vistos de repente por un grupo de ciudadanos enojados y fueron a quejarse con la soldado más joven, una adolescente de cabello rubio oscuro y rizado y rayas blancas en él. El otro soldado estaba hablando con otros ciudadanos que aparecieron de la nada para discutir la aparición de una extraña criatura en la ciudad. Mientras tanto, la adolescente seguía siendo bombardeada con comentarios.


—Mi familia en Aresphia no tiene suficiente dinero para venir aquí, ¡¿por qué no los ayudáis?!


—¡Eso, no hay derecho! ¡Hay muchas famílias ahí y en lugar de ayudarlas váis a cerrar el suministro de Resina Luz en la Cúpula de Aresphia y ni os preocupáis a dónde irá esa pobre gente!

La soldado trató de calmar los humos de los ciudadanos.


—A ver... Entiendo vuestra frustración, pero la Reina-


—¡La Reina tiene que hacer su trabajo como heredera del Yunicio de Yanna! Llevamos más de 40 años así y la Resina se está agotando cada día más. ¡En lugar de ir cerrando suministros y dejar a familias en la calle, lo que habría de hacer es encontrar otra solución! –Insistió otra persona y muchos de los de ahí empezaron a apoyarla.





—Hablaremos con la Reina, os lo prometemos... No dejaremos a nadie a su suerte.


—¡Eso es mentira! –Habló de repente la voz de un joven de no más de 20 años.– La Reina hizo lo mismo hace 7 años con mi pueblo, Izico. Yo y mi família tuvimos que empezar de 0 en esta ciudad y nadie nos ayudó. ¿Quién dice que no haréis lo mismo con los de Aresphia?


La chica empezó a sentirse nerviosa e incómoda. No sabía qué más decir, después de todo, ella era solo una aprendiz de soldado y todos estos adultos le gritaban que hiciera algo, como si tuviera el poder de cambiar el futuro. Miró al su compañero con la esperanza de que viniera a ayudarla, pero estaba demasiado ocupado hablando con unos chicos.


Sin embargo, el hombre finalmente terminó la conversación y fue directamente a donde estaba la adolescente para ayudarla. Pisoteó el suelo con un fuerte ruido sordo y una onda mágica hizo que los ciudadanos se alejaran de la chica.


—Deja de gritarle, ella no es la culpable.


—¡Si quiere ser soldado debe actuar como tal! Lo único que hace es intentar poner excusas por su falta de profesionalismo.


El hombre entrecerró los ojos ante la persona que dijo eso. Se paró frente al adolescente de una manera bastante defensiva y habló de nuevo con más autoridad.


—Debería darte vergüenza gritarle a una adolescente, como si eso fuera a cambiar el destino de Aresphia. Sé que estás enojado, todo el mundo lo está, pero nosotros, los soldados, no tenemos voz y voto en este caso. Es decisión de la Reina. Sin embargo, al ver que todos están angustiados, le sugeriremos a la Reina Saverin que se tome esta decisión con más cuidado y también nos aseguraremos de que la família Trylan sea convocada.


Eso pareció calmar un poco a los ciudadanos y finalmente comenzaron a abandonar el lugar. La chica entonces suspiró y miró al hombre con una sonrisa, pero al final se sintió un poco inútil porque no pudo controlar la situación.


—Gracias por ayudarme, Roy. Me salvaste de nuevo.


—No necesitas disculparte, Jessica. Eres mi hermana, claro que te ayudaré si algunos idiotas te gritan.–Dijo Roy con una expresión levemente preocupada. Sin embargo, al ver a Jessica un poco deprimida debido a que no fue capaz de defenderse por sí misma, decidió decirle algo que la animaría–. Oye... ¿Quieres saber qué me dijeron esos tipos?


—¿Qué te han dicho?


—Me dijeron que una especie de extraterrestre ha aparecido en la ciudad. ¿Quizás podrías ir a verlo por ti misma? Me dijeron que lo vieron correr hacia un callejón no muy lejos de aquí.


Los ojos de Jessica brillaron con entusiasmo, ya que ésta era una oportunidad que no podía desaprovechar.


—¡Sí, voy para allá ahora mismo! ¡Nos vemos, Roy!


Jessica salió corriendo para ver si podía ver lo que le decía su hermano, confiando completamente en el hecho de que ese tipo de criatura existía. Su hermano la vio irse con una sonrisa triste en el rostro.


(...)


David se apoyó en la pared de uno de los callejones al cual acababa de entrar tras lograr perder de vista a la gente que le perseguía. Tenía la respiración acelerada y le temblaban las piernas por el susto. Se pasó la mano por el flequillo y se lo hechó para atrás mientras miraba alrededor y al no ver a nadie, habló en voz baja.


—Esperanza... ¿Esperanza?


Llamó a la Diosa de la Esperanza, esperando que volviera a aparecer, pero no lo hizo. Apretó los puños, sintiéndose enojado por el hecho de que ahora que la llamaba tal como ella quería, no aparecía. Se adentró un poco más en el callejón lleno de cajas de almacenamiento abandonadas y siguió llamándolas.


-¡¿Esperanza?! ¡¿K?! ¿Dónde cojones estáis? ¡Os estoy invocando, venid aquí de una vez por todas, joder!


Al no escuchar o ver una respuesta, David pateó una de las cajas, lo que causó que esta se cayera en el suelo, abriéndose por accidente y del interior salió mucha arena. ¿Qué clase de cajas almacenaban arena?


—¡Pues no vengáis! De todos modos, ni siquiera las necesito, ¡solo estaba tratando de ver si ustedes eran lo suficientemente estúpidas como para aparecer! ¡Ni se os ocurra aparecer!


Luego miró su collar, brillaba con una luz dorada y a pesar de su tamaño no se sentía pesado en absoluto. David sintió una repentina necesidad de quitárselo y lanzarlo contra la pared, pero algo dentro de él no se lo permitió. Para calmar su rabia golpeó la pared con el puño en su lugar e inmediatamente soltó un quejido por el dolor que le causó. Observó de cerca el material con el que esa estructura estaba hecha, no era hormigón, cementos ni nada parecido, era más bien un cristal opaco de color amarillo anaranjado. Todo estaba hecho de vidrio o de cristal en ese sitio, pero a pesar de la fragilidad de este material, se iba a romper él la mano primero antes de poder hacer algún rasguño a la pared.


De pronto escuchó los pasos de un lugareño que se iban haciendo más fuertes ya que al ser el suelo hecho de vidrio, resonaba bastante cuando alguien caminaba por ahí con grandes zapatos como botas o tacones. David se escondió rápidamente detrás de una columna de cajas y vió en la pared la silueta de una persona un tanto alta con el cabello rizado. El humano aguantó la respiración y no se movió un milímetro, de repente se sentía como cuando se enfrentó a la Béstia Luz hace una semana en el Bosque Amarillo. Finalmente la silueta despareció y David salió de su escondite respirando hondo.


Cuando dejó de escuchar las pisadas resonar en el suelo, se acercó un poco más a la salida del callejón cuando una puerta redonda de detrás de David se abrió. David sintió algo chocar con su espalda y luego se escuchó un tris y un grito de sorpresa. David se giró rápidamente y llevó sus ojos al suelo, viendo las esquirlas, fragmentos de vidrio amarillo transparente y varios objetos pequeños de porcelana cristalina fragmentados debajo de las suelas de sus zapatos. Y los de otra persona.


Alzó la vista lentamente hasta encontrar los ojos –si es que se le pueden llamar ojos– de la persona la cual acababa de salir de esa puerta. Era una lugareña como los otros de esa ciudad, era bajita, con medias y una falda que le llegaba a las rodillas a la vez que lo combinaba con una sudadera y unas largas trenzas rubias. Por un momento le recordó a la niña que había visto antes en la plaza, pero no pudo pensar por mucho. La niña lo estaba mirando atónita, cogió aire y empezó a chillar sin moverse nada al ver el rostro de David.


—¡No! ¡Calla, cállate! ¡Shhh!


—¡¿PUEDE HABLAR?! ¡AHHHH! ¡UNA CRIATURA FEA QUE HABLA!





El humano tapó la boca de la niña de las trenzas para que dejara de gritar y así evitar que alguien viniera hacía allí a causa de los gritos. David se quedó callado, mirando hacia la entrada del callejón por si venía alguien, ¿ cómo no se había dado cuenta de la puerta antes? Vaya mal puesto para colocar una, la verdad. La niña parecía haberse calmado del shock inicial y ahora miraba a David con cierto asombro y curiosidad. Le lamió la mano.


—¡Pero que puto asco! ¡¿Me has chupado la mano?! –Rápidamente se limpió la baba de su mano en la sudadera de la menor y ella, sin inmutarse, aún miraba al humano con tal asombro que David hubiera jurado que la niña que gritaba antes nunca había existido.


—Qué textura tan rara tienes, tu coraza es muy blanda... ¿Qué eres? ¿Eres una criatura peligrosa de esas que cuenta mi madre del bosque que se ha infiltrado en la Cúpula? –La rubia de las trenzas le agarró entonces la muñeca para verle más de cerca y David la apartó de un manotazo, ella no se inmutó–. No pareces peligroso. Y esa ropa que llevas no está permitida, criaturita. Como te pillen te van a desterrar o peor.


De repente los dos empezaron a escuchar pasos hacía el callejón, esta vez más apurados. David pudo distinguir que esas pisadas eran las mismas que antes, asique agarró a la niña por los hombros y la empujó a dentro del callejón, detrás de la columna de cajas. Trató de no pensar en que se estaba escondiendo con un <<maniquí>> amarillo que él mismo le sacaba una cabeza y un cuarto si no fuera por los tacones de la rubia y la postura encorvada que tenía David ahora mismo.


La figura de antes volvió y David pudo ver la silueta reflejada por el sol en la misma pared de antes. Tenía su mano en la boca de la niña por si se le ocurría ponerse a gritar y así delatar su escondite. Aunque también estaba el riesgo de que le volviera a lamer la mano, ahora mismo estaba dispuesto a tomarla. David tomó aire y trató de aplastarse contra la pared lo más que pudo al ver como la figura lentamente se acercaba. Le habían pillado.


La niña, que notó algo tarde lo que estaba sucediendo, disimuladamente invocó una pequeña bola de cristal con un líquido amarillo y negro en el interior y sin que nadie se diese cuenta, la espachurró con la mano. La figura llegó hasta el fondo del callejón, pasando por encima de las esquirlas de vidrio y fragmentos de porcelana con cuidado y miró detrás de la columna de cajas, donde no había nada. Estrechó la mano y tocó la pared, no había nada. Se había equivocado. <<No pasa nada.>> pensó, <<Estará en otra parte, Roy no me ha mentido.>> Y entonces retrocedió unos pasos hasta llegar de nuevo delante de las esquirlas rotas en el suelo.


A unos metros del callejón, dos figuras se volvieron a materializar en el aire al haber caducado el hechizo de invisibilidad. David se miró las manos y se pasó la mano por el flequillo mientras echaba un vistazo hacia atrás, hacia el callejón, sin creerse que había salido de ahí sin ser atrapado. La niña le agarró de la muñeca y echó a correr junto a él.


—¡Corre!


David se soltó de su amarre mientras la seguía. Ahora mismo no es que tuviera muchas opciones, asique decidió seguir a esa niña para ver qué podría sacar de esta nueva situación. El Collar de la Segunda Oportunidad brillaba con fuerza, asique eso significaba que lo estaba haciendo bien, ¿verdad?


—Me llamo Hellen Trylan –Añadió la pequeña–, ¿y cómo te llamas tú, criaturita?


—Las presentaciones para luego. Vamos, ¡corre!


(...)


Stella llegó al callejón donde estaba la tienda de sus padres y se sorprendió al ver ahí a otra chica más alta que ella y con unos rizos dorados oscuros, le parecía increíble el hecho de que ninguno estuviese enredado. La otra chica la vio y enseguida sonrió.


—¡Hola, ciudadana de Cledo! Jessica Myrth, aprendiz de soldado. –Dijo mientras juntaba las manos delante de su pecho y se inclinaba. En ese país, decir el nombre completo más ese gesto era el saludo regional.


Stella hizo lo mismo por educación y tradición, pero le pareció raro que esa aprendiz que era máximo dos años mayor que ella le hablara de manera tan formal.


—Stella Lovette... ¿Qué haces aquí? Esta es la tienda de mis padres. ¿Acaso quieres comprar algo? –Respondió con total informalidad ante la soldado pero sin ser maleducada.


—Estoy investigando un caso que ha llegado a mis oídos. Al parecer, hay una criatura desconocida suelta por la ciudad. Hay testigos. ¿Ha visto algo raro?


Stella negó con la cabeza y se encogió de hombros. Se agarró la coleta y se la peinó un poco con los dedos.


—No, nada de nada. Solo estaba en la plaza empezando a poner las decoraciones festivas con mis padres y una amiga de la familia... la hija de los Trylan, ¿sabes? –Stella empezó a sentirse cómoda en esa conversación. Tanto, que hasta se había olvidado del motivo por el cual había venido.


—¡Claro! Son una familia importante, los encargados del suministro de la Resina Luz. ¿Dices que los conoces?


—Mis padres son amigos suyos –soltó Stella, aún peinándose la coleta mientras seguía mirando a esa chica a los ojos.


Jessica iba a contestarle pero entonces se acordó de lo que debía estar haciendo realmente. Se recompuso y volvió a inclinarse ante Stella.


—Perdóneme, pero debo marcharme. Ha sido un placer hablar contigo, Stella Lovette. Quizás algún día me pase por su tienda.


Jessica se marchó no sin antes guiñarle un ojo a Stella, quien se inclinó como despedida con un rubor blanco en sus mejillas. Justo cuando la aprendiz de soldado cruzó a otra calle, Stella sintió unas palmaditas fuertes en su espalda. Era su madre, que la estaba mirando con el ceño fruncido como siempre, parecía que nunca podía relajarse.


—¿Qué haces aquí? ¿Ya te estás escaqueando? ¡¿Cuantas veces te he dicho que tenemos que causar una buena impresión para que entonces los Trylan nos recomienden a la Reina y así poder salir de esta mierda de ciudad y obtener más dinero?!


Stella miró hacia el costado, pero una tirada de su coleta le hizo mirar a su madre fijamente de nuevo.


—Lo sé, mamá. Simplemente vine para... ayudar a Hellen para recoger más decoraciones, nada más.


—¿Y dónde está?


—¿Qué?


—¡Que dónde está Hellen! –Chilló la mujer, con un tono que irritaba inmediatamente a Stella pero no podía permitirse hacer ninguna mueca de asco. Miró entonces a la puerta de la tienda en el callejón y entonces notó las esquirlas rotas en el suelo y también los fragmentos de porcelana de las decoraciones por el suelo, rotas. Sintió que el rubor de antes era reemplazado por un un sudor frío en su espalda.


—¿Lo has hecho tú?


Stella no respondió, ya sabía lo que le esperaba. Le iba a caer una buena ya que su madre, aunque le explicase la verdad, no iba a creerla, ya que ella creía su versión de los hechos. Se quedó mirando el recipiente con las decoraciones rotas del suelo, preguntándose cómo se rompieron y quién los rompió. Seguramente Hellen, pero no tenía pruebas.


—¡Te he preguntado si lo has hecho tú!


Su madre le estiró de la coleta mucho más fuerte esta vez, tanto que le dolió la cabeza y soltó un gemido por el dolor. Sin poder hacer nada más, sintió cómo la agarraba del brazo de la manera en que lo hacía cuando la iban a castigar y la arrastró hasta el interior de la tienda.


(...)


Después de un día de entero de viaje hacia la capital del país, Golham, Jessica entró en los aposentos de la reina junto a Roy. La reina Saverin restaba sentada en el balconcillo acolchado de la habitación, observando el exterior de la capital en silencio, vestida con su bata favorita. Solía sentarse ahí en silencio durante muchas horas al día, simplemente observando el paisaje o lo que lograba ver a causa de los limites de la Cúpula y sus problemas de visión. Los dos hermanos seguían de pie en el marco de la puerta hasta que Roy carraspeó para llamar la atención de Saverin.


—Reina Saverin, hemos vuelto de nuestra estancia en Cledo.


—...Ah, ¿ qué has dicho, Roy? Oh, habéis vuelto, ya veo... Hola, Jessica.


Jessica le sonrió a la reina y pudo sentir sus mejillas ruborizándose con un tono blanquecino. Se inclinó como muestra de respeto y se agarró las manos. Roy hizo lo mismo pero sin inclinarse tanto. Saverin simplemente les miró con una leve sonrisa y una mirada un tanto perdida.


—Tuvimos que volver antes ya que ha ocurrido algo mientras estábamos fuera–Continuó el soldado.– Pero mejor que te lo explique Jessica, ella sabe más.


Roy le guiñó un ojo a su hermana y esta le sonrió de vuelta. El hermano mayor sabía que Jessica admiraba mucho a la reina a pesar de sus desvaríos y que lo que más quería en el mundo era que Saverin estuviese orgullosa de ella al ser la aspirante a soldado más joven el reino. Él solo quería que su hermana tuviese el sitio que se merece. La Reina Saverin dirigió su mirada perdida hacia Jessica y le hizo un gesto para que se acercase, la muchacha se acercó con entusiasmo.


—Dime, Jessica, ¿ qué ha ocurrido mientras estabais en Cledo?


—Ha aparecido una especie de criatura extraña, Reina Saverin–Jessica le empezó a explicar la situación. Hablaba con cuidado ya que no quería abrumarla con mucha información a la vez.– Muchos ciudadanos de Cledo lo han visto, no es un habitante de Unn, eso por seguro. Lo describen con un tubo extraño que le sale de la cabeza para conectarle con el cuerpo y lleva una ropa de colores prohibidos y desconocidos. No logré verle, pero si nos das permiso para volver, juro encontrarlo y traerlo a Golham, a usted. Sin duda alguna, no dejaremos a ese alienígena solo por el reino sin saber su propósito.


Roy trató de aguantarse la risa, no estaba acostumbrado a escuchar a su hermana hablar de una manera tan formal, sabiendo como era ella. Saverin, sin embargo, sonrió con cansancio y le agarró las manos a Jessica suavemente.


—Me gusta tu determinación, Jessica. Me recuerdas a Roy cuando empezó.–Roy se ruborizó un poco por la vergüenza.– Estoy segura de que serás capaz de atrapar a ese alienígena. Te creo, y por eso serás tú quien se encargue de atraparlo. Si lo consigues, considera tu ascenso inmediato y te convertirás en una soldado consagrada. Podéis iros a descansar. Mañana volveréis a Cledo a primera hora de la mañana.


Tanto Roy con Jessica se sorprendieron al escuchar las palabras de la reina, pero Jessica desprendía una alegría radiante. Sacudió las manos de la emoción y se inclinó ante la reina para luego irse corriendo de sus aposentos. Roy, sin embargo, antes de irse volvió a mirar a la reina, la cual ya estaba de nuevo en la misma posición del principio: sentada en el balconcillo mirando el horizonte en silencio. Suspiró y agarró el pomo de la puerta.


—Que descanse, reina Saverin. Que el Yunicio de Yanna le acompañe en estos días tan duros.–musitó Roy en voz baja antes de irse y cerrar la puerta. Al final optó por no hablar con ella sobre el problema con Aresphia porque podía ver que la mujer estaba en su pequeño mundo en ese momento y no quería estresarla.


Saverin seguía su cuenta atrás en voz baja. Las ventanas de la capital se iban cerrando poco a poco y las luces de las casas se iban apagando hasta que solo quedaron las farolas encendidas como cada noche. Ella se sentía como las farolas; solitarias y llenas de luz, pero cada día que pasaba se iban agotando y llegaría un punto donde se apagarían, y con ellas, el reino entero.




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